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Reflujo gastroesofágico en bebés: ¿Cuándo debes preocuparte?

¿Tu bebé devuelve líquido y restos estomacales después de las comidas? Casi 3 de cada 10 bebés en edad lactante experimentan regurgitaciones varias veces al día, según una encuesta prospectiva publicada en Elsevier. Aunque el reflujo en recién nacidos sea una afección transitoria y no represente una amenaza para su salud, el empeoramiento de sus síntomas ordinarios o la aparición de otros más graves es motivo de alarma.

El reflujo gastroesofágico está detrás de un porcentaje significativo de las consultas a pediatras o gastroenterólogos pediátricos, por más que su origen —la inmadurez del esfínter esofágico inferior o LES— entre dentro de lo normal. Sin embargo, el riesgo de complicación existe. Al estudiar el reflujo en bebés, ¿Cuándo preocuparse y contactar con un especialista?

¿Qué es el reflujo gastroesofágico en bebés?

El reflujo gastroesofágico en bebés (identificable por las siglas médicas RGE) se produce cuando los contenidos alimenticios del estómago retroceden hasta el esófago. En su forma leve, las regurgitaciones se acompañan de llanto, malestar, tos e irritabilidad, ya que los líquidos y restos de alimentos incluyen bilis y ácidos gástricos.

Durante el primer año de vida, la causa del reflujo gastroesofágico es fisiológica y radica en un esfínter esofágico inferior por madurar. En condiciones normales, este músculo, semejante a un anillo, funciona como una válvula que permanece cerrada durante la mayor parte del tiempo, salvo al tragar los bocados, momento en que habilita el paso del bolo alimenticio.

Hasta su completo desarrollo, el esfínter esofágico presenta un comportamiento disfuncional que propicia el reflujo en bebés durante el 1 mes, si bien las regurgitaciones disminuyen hasta remitir a los 12 o 14 meses de vida.

¿Cuándo preocuparse por el reflujo en bebés?

Como señalan los expertos en pediatría, el reflujo del bebé durante la lactancia materna es un fenómeno normal. Alterar la postura del recién nacido durante y después del amamantamiento es suficiente para sobrellevar esta dolencia y aliviar su sintomatología. En casos excepcionales, el pediatra de cabecera prescribirá un tratamiento oral basado en los bloqueadores H2 o los inhibidores de la bomba de protones (IBP), eficaces para reducir las secreciones de ácido gástrico.

El reflujo gastroesofágico es motivo de preocupación cuando se acompaña de inapetencia. El bebé puede rechazar el alimento por diversas razones, y debe actuarse antes de que influya en su aumento natural de peso y con especial urgencia si lo pierde.

Las regurgitaciones constantes y súbitas, semejantes a vómitos explosivos, también deben inquietar a los progenitores. Por lo común, los líquidos del reflujo ofrecen un color ligeramente amarillo por efecto de la bilis, pero cuando se torna verde, amarillo intenso o marrón oscuro, se debe acudir a los servicios de urgencias.

Otra ‘luz roja’ es la dificultad respiratoria, por la interferencia de los ácidos estomacales con la laringe y el cierre de las cuerdas vocales (laringoespasmo). Los episodios de tos severa o la falta de energía o actividad son signos igual de alarmantes.

Subestimar cualquiera de estos síntomas puede acarrear un alto precio. Es posible que la regurgitación y otras manifestaciones del reflujo gastroesofágico oculten patologías más graves, como la intolerancia alimentaria. Típicamente, estas alergias se conjugan con irritaciones cutáneas y requieren un diagnóstico especializado, para identificar los alérgenos y evitar su exposición futura.

Otra dolencia que las regurgitaciones pueden enmascarar, es la esofagitis eosinofílica, que inflama el esófago por un incremento de los eosinófilos. Más improbable es su relación con la estenosis pilórica, producida por un engrosamiento de la válvula que habilita el paso de los alimentos hacia el intestino delgado y que afecta a 2 a 5 lactantes de cada 1.000.13



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