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4 cambios en el cuerpo al dejar de amamantar

La gestación desencadena alteraciones físicas y psicológicas que se prolongan más allá del parto. Con el adiós a la teta, el bebé sustituye las tomas de pecho por potitos y otros alimentos de transición, mientras que la madre experimenta, en un corto periodo de tiempo, una serie de cambios en el cuerpo al dejar de amamantar.

Cuando finaliza la lactancia materna, comienza para la mujer una pequeña transformación: su peso corporal aumenta, se altera la morfología del seno y su estado de ánimo puede decaer, ya que si el embarazo es una montaña rusa de emociones, el destete marca la recta final de esta vorágine de sentimientos que no todas las mujeres asimilan de igual forma.

¿Qué cambios se producen en el cuerpo al dejar de amamantar?

Ganancia de peso corporal

Decir «chao, chao» a la lactancia conlleva, para gran parte de las madres, dar la bienvenida a los temidos kilitos de más. Es una respuesta natural del organismo a la reducción del gasto calórico y al mantenimiento de los hábitos alimenticios de la lactancia materna.

Mientras dan el pecho, las madres queman calorías a raudales para producir leche materna. El fin de este proceso genera un extra de energía que la naturaleza, siempre sabia, almacena en forma de grasas. El resultado es un aumento drástico del peso corporal.

Detrás de esta ganancia de peso se encuentran otras causas, como la bajada del nivel de prolactina. Esta hormona, además de estimular a los alvéolos a producir el alimento del recién nacido, influye de formas inesperadas en la mujer (p. ej., inhibiendo el deseo sexual) y puede disminuir el deseo de comer. A medida que la prolactina desciende, crece el apetito hasta que el organismo se estabiliza.

En vista de lo anterior, cuando dejas de amamantar, ¿engordas siempre? No es posible responder con un sí absoluto. Cada persona es diferente, y adaptar la dieta durante el destete podría compensar el superávit de calorías.

Pérdida de firmeza de los senos

«Me he quedado sin pecho después de la lactancia» y otras quejas abundan en foros de maternidad, y no es para menos. La estructura y volumen de los senos se incrementa durante los 9 meses de gestación y los 12 de lactancia, suponiendo el destete un punto de inflexión, al revertir el proceso.

Uno de los cambios en el pecho tras la lactancia es su disminución progresiva en el curso de tres a seis meses. Hasta que la piel y los tejidos mamarios se recuperan, lucen caídos, flácidos y asimétricos, nada favorecedores. Por fortuna para las afectadas, se trata de un estado transitorio.

Aunque inevitable, este proceso puede agilizarse con un régimen alimentario rico en proteínas (lácteos, pescados, carnes magras, etcétera). Otra forma de recuperar la grasa del pecho tras lactancia es practicar actividades físicas como el yoga o el pilates. Estas disciplinas involucran ejercicios beneficiosos para tonificar los hombros y la zona pectoral, aunque se recomienda evitar aquellos dejen los pechos a merced de la gravedad, que tiende a estirar el tejido mamario.

Persistencia del suministro lácteo

Un efecto de dejar la lactancia, cabría pensar, es la mengua del suministro lácteo, ¿verdad? Lo cierto es que no pocas mujeres tardan semanas e incluso meses en «cerrar el grifo» o secar su leche, como se dice en obstetricia. Hasta que la glándula mamaria interrumpe su función, es preciso utilizar el sacaleches para aliviar la presión.

Para acelerar este cambio en el cuerpo durante la lactancia, existen medicamentos para cortar la leche (p. ej., Sudafed o Dostinex), aunque las soluciones naturales son más atractivas (té de salvia, vitamina B, etcétera).

Decaimiento en el estado de ánimo

Como un duelo. Así describe el destete más de un pediatra y especialista en maternidad. La realidad es que los cambios hormonales después de la lactancia se combinan con la pérdida de este vínculo madre-bebé para producir una sensación de tristeza, melancolía y abatimiento irracional, que tiende a disiparse al poco tiempo.

Sin embargo, este fenómeno, conocido como depresión post-destete, se prolonga en una minoría de casos por distintas razones: un destete poco gradual, la presión social, una planificación insuficiente o la falta de apoyo emocional. Sea como fuere, las afectadas necesitan ayuda para superar esta depresión y recuperar el buen ánimo.

Contra la depresión que sigue al destete, son efectivas las terapias familiares, de pareja y de apoyo, así como consultar a personas con experiencia previa o que estén atravesando una situación similar. También es útil dedicar más tiempo de calidad al bebé —sin prisas ni estrés de por medio—, para concienciarse de que la conexión emocional con el peque no desapareció tras la lactancia.



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